miércoles, 10 de septiembre de 2014

La dificultad de ser feliz

(Sobre La buena reputación, de Ignacio Martínez de Pisón. Presentada por Luis Alegre en Los Portadores de Sueños el 10 de abril de 2014)


Junto al evidente valor literario de La buena reputación, se percibe en esta última novela de Ignacio Martínez de Pisón la voluntad del autor de practicar una literatura popular. Diversos aspectos de la obra parecen avalar esta tesis. El primero lo encontramos en el lenguaje deliberadamente sencillo, que incluye a veces modismos o frases hechas. En segundo lugar debe señalarse el tono conversacional empleado en el relato, el cual permite al lector elevarse de las páginas del libro y sentirse como si le susurraran una historia al oído. El tercer aspecto es la elección de un narrador omnisciente que ahonda en la mente de los personajes hasta el punto de analizar sus actos y pensamientos. Esto último resulta llamativo, dado el predominio de la elipsis en la novelística actual.

A la vista de lo anterior, la crítica ha calificado la obra de “decimonónica”. Afirmación que, si bien no es del todo incierta, debe matizarse, pues aunque las técnicas narrativas de Pisón se parezcan a las del siglo XIX y en particular a las de la novela realista-naturalista, la cultura y la idiosincrasia en el siglo XXI han cambiado tanto que tal afirmación se queda en la forma y difiere por completo en el contenido.

La buena reputación contiene la saga de tres generaciones de la familia Caro Campillo, desde la posguerra española hasta finales de los años 80. Pisón sortea con habilidad las convenciones de un género ya trillado al introducir una historia singular: la de Samuel Caro, judío sefardí de Melilla casado con Mercedes, católica española, en el contexto del Franquismo. Para ello ha sido necesaria una documentación histórica que el autor maneja con precisión y sin prolijidad.

Tal como apunto unos líneas más arriba, las convenciones narrativas del género se evitan a través de un argumento cargado de singularidades. Samuel es judío, en efecto, pero frente a la estampa típica del judío ortodoxo, practica su religión de un modo laxo. Mercedes es católica y conservadora, pero no tiene inconveniente en convivir con Samuel y sus ritos. La propia existencia de sinagogas en la España franquista es una singularidad melillense, ya que en la península se encuentran prohibidas -como se encarga de recordarnos un ficcionalizado César González Ruano-. Todos estos detalles y otros muchos contribuyen a quebrar arquetipos y a dotar de originalidad a la novela a través de una sabia selección de detalles narrativos y descriptivos acerca de los personajes.  

Si algo caracteriza a la familia Caro Campillo a lo largo de décadas es la infelicidad. Todos sus miembros son víctimas de matrimonios errados, de aspiraciones truncadas, de indolencia ante la vida que finalmente les pasa factura. Conforme crecen los centenares de páginas leídas, el lector advierte que todo esto no puede ser fruto de la casualidad, que se encuentra ante una fábula moral que le invita a identificarse con los personajes. ¿Por qué las cosas sucedieron así? –se pregunta el lector–. A posteriori, a sabiendas, los personajes quizá hubieran obrado de otro modo, pero el tiempo no siempre concede segundas oportunidades. Las idea de fatum y la idea de catarsis planean sobre las páginas de la novela. Pero Pisón nunca alecciona, se limita a apuntar de modo sutil para que sea el lector quien alcance una conclusión.

La buena reputación es una novela de gran calidad literaria escrita con hechuras de novela popular. De ella podría afirmarse lo que escribió el crítico Álvaro Colomer sobre el último premio Goncourt: Una ficción capaz de alcanzar a todos los corazones –desde los más desnudos hasta los más fortificados, culturalmente hablando”.


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