(Sobre Autopsia, de Miguel Serrano Larraz,
presentada por Jesús Jiménez Domínguez y Jesús García Caballero en la Fnac de Zaragoza el 27 de diciembre
de 2013)
Afirmaba Jonathan Franzen con
motivo de la publicación de “Libertad” que el lector de una novela no lee para
saber sobre su autor, sino para saber acerca de sí mismo.
Esta máxima, que considero cierta, podría suponer un obstáculo para un género
tan en boga como la autoficción, donde el novelista se recrea a sí mismo, recrea su
propia vida de un modo más o menos verídico.
Sería un problema si no fuera
porque la autoficción, o “literatura del yo” es también “literatura del
nosotros”, en la medida que el autor es capaz de transmitir sus experiencias
personales de modo que la mímesis con la propia vida del lector funcione. Así
sucede en novelas recientes tan relevantes como “Tiempo de vida”, de Marcos
Giralt Torrente o “La hora violeta”, de Sergio del Molino. En ambas, la implicación vital
del autor contribuye a hacer más intenso el relato.
Esa misma mímesis con la
experiencia vital del lector es justo lo que pretende Miguel Serrano al contarnos su
propia juventud zaragozana: los años decisivos de la veintena que median entre
la adolescencia y la madurez. Corren la decáda de los noventa y nuestro protagonista,
Miguel Serrano, trabaja en los Almacenes de la Modernidad (un trasunto jocoso
de la Fnac), al mismo tiempo que descubre su vocación literaria y comienza a
presentarse a sus primeros certámenes de poesía, como el Concurso Internacional
de Poesía Villa de Aranda. En este nombre, real o inventado, también se adivina
la parodia del autor, que ironiza de este modo con el narcisismo propio de los escritores.
Además de su trabajo en los
Almacenes de la Modernidad, y de sus pruritos poéticos, el joven Miguel Serrano
llena su vida con amigos que tienen nombres tan simbólicos y metaliterarios
como Hans Castorp o con el Mensajero; y también con
diversas compañeras de instituto: Sara, Beatriz… con quien mantiene relaciones, pero que no acaban de entender sus
obras literarias.
Autopsia oscila asíentre la lírica y
la narrativa. Algunas páginas son verdaderos poemas en prosa en las cuales
Serrano exhibe su dominio de la lengua literaria; otras relatan y dan cuenta de
sus experiencias juveniles en un mundo que se revela agresivo y absurdo: en la
televisión ponen "Crónicas marcianas", de Javier Sarda. En la realidad el
protagonista y sus amigos sufren el acoso de los skinheads, esos jóvenes
violentos sin motivo alguno, que desean limpiar la ciudad a base de eliminar a quienes les molestan.
A lo largo de las páginas de la
novela el autor da cuenta de ese mundo hostil a la mente creativa, que sin
embargo pugna por salir adelante en medio de la agresividad. En
este sentido resulta de lo más alusiva la portada del libro, diseño
de la editorial Candaya, donde se observa a tres niños con máscaras antigás. Al
igual que Miguel, esos niños desean defenderse de un mundo que los envenena.
En resumen, lo que puedo decir
acerca de “Autopsia”, como joven que yo mismo fui de finales de los noventa, es
que me he visto reflejado en ese personaje llamado Miguel Serrano Larraz. Muchas de sus vacilaciones y de sus dudas eran las mías; de modo que puedo
afirmar que esta novela no sólo es “literatura del yo”, sino también
“literatura del nosotros”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario